Entrevista: "Cantar es como celebrar un rito… con el jorongo puesto"




Declarada "visitante ilustre", la cantante de 82 años presenta en Montevideo su espectáculo "Dos guitarras, una mujer y un corazón", junto a los músicos Manuel Guarneros y Oscar Ramos.



DIEGO BARNABE:
Desde el lunes están aquí, por primera vez descubriendo nuestro país, los tres. En primer lugar, esta gran dama que es un honor tener aquí en El Espectador, señora Chavela Vargas, bienvenida.

CHAVELA VARGAS:
Muchas gracias, estoy muy contenta de estar aquí.

DB - Y también bienvenidos estos dos señores que la van a acompañar en el escenario del Cine Teatro Plaza, Manuel Guarneros y Oscar Ramos, buenos días. De Manuel muchos ayer supimos, en la conferencia de prensa, que acompañó en México a Alfredo Zitarrosa. 

MANUEL GUARNEROS:
Así es, tuve el privilegio de ser guitarrista de su cuarteto, casi todo el tiempo que él estuvo en México.

DB - Chavela Vargas llega a nuestro país por primera vez, después de actuar en Buenos Aires, y evidentemente es un reencuentro, de alguna manera, con este público que la conocía, a través de los discos, que la siguió, que evidentemente la conoció mucho más a través de Almodóvar y los españoles, cosa curiosa, y que ahora tiene la posibilidad de encontrarse con usted, a esta altura de su vida, después de los 80 años, donde usted está muy feliz.

CV - Ah, yo sí. Muy a gusto de tener los 82 y ojalá llegue a los otros 82 más para volver aquí otra vez. A ustedes los voy a aburrir (risas).

DB - Una mujer que asociamos, todos, con México. Estos días, cuando hablaba de Chavela Vargas la mexicana, algún oyente llamaba para por teléfono para decir "no, no, ella no es mexicana, nació en Costa Rica". Creo que a usted esa referencia no le gusta demasiado. No recuerda demasiado bien a Costa Rica, ¿no?

CV - No, no. No tengo nada en común. Me fui de muy chica a otro país que me quiso y me quiere mucho, que me enseñó mucho, que me puso con los más valientes cantantes, como eran Jorge Negrete, Pedro Infante... Un país que me enseñó, me enseñó a ser mujer, pero no dulcemente, sino a patadas.

DB - Usted ha dicho que fue muy duro en los primeros tiempos, que tuvo que defenderse en la vida y en esa carrera de artista que comenzaba, no fue nada fácil.

CV - Nada, para nada. Así es que todo lo que me digan, me resbala. Ya a mi edad estoy más allá del bien y del mal. Ya no me afecta nada, ya luché. Son 40 años de haber sufrido, de haber pasado trabajo, de haber disfrutado mucho, de pasar días gloriosos y amargos, de todo. Así es que estoy muy tranquila.

DB - Fueron muchos años de "cabaret y balaceras" esos primeros años de México, ¿no? 

CV - (se ríe) Eso me hace mucha gracia.

DB - ¿Tuvo que pagar su derecho de piso en México para colarse entre los cantantes más populares?

CV - Yo tuve que luchar, enfrentarme con ellos cara a cara y oírlos cantar. Y después de que cantaba Pedro Infante cantaba yo, en la XCV de México, la más antigua casi, la mamá casi de la XCW. Ahí empezamos; yo ganaba 10 pesos por programa, y ahí es que uno empieza a escuchar y a darse cuenta, a veces, que no sirve. O dice: "No, me falta mucho por aprender". Y ahí va aprendiendo, de tropezón en tropezón.

DB - Sin tomar clases con nadie.

CV - Con nadie; ¿para qué? Yo sabía que iba a cantar. Era una cosa que tenía de niña. Y se me cumplió.

DB - A pesar que en su familia no hay... 

CV - No hay nadie que cante, no hay nada. Ni chiflaban, siquiera. No tenían oído. La única soy yo, la única en muchas generaciones. Es rarísimo.

DB - México, entonces, es un país que aprendió a querer, a hacer suyo. Una nación que tiene una cultura indígena fuertísima, muy presente, que usted ha acompañado toda su vida y que para usted hoy sigue siendo muy importante.

CV - Mucho, mucho. Muy importantes sus raíces, sus cosas ancestrales, su sufrimiento, su felicidad, su sabiduría, su cultura. México es un país de una cultura que enseña mucho, te hace mujer muy temprano. Muy temprano te enseña a aguantar el sufrimiento, la tristeza, a ser feliz cuando lo eres. En fin, es un cernidor de almas que van colándose las cosas, hasta que llegas, de repente, te consagra la "Universidad de la Vida" en México y te dice: "Ya es hora, vete. Vete pa' la calle, enfrenta al público y que te chifle, como otras veces te alaban". Y así.

DB - Hablando de los indios, usted contó que la primera vez que salió como "La Vargas" salió con un jorongo, un poncho indio.

CV - Sí, un poncho indio. 

DB - Y hoy, toda la cultura indígena en México sigue estando presente para usted de muchas maneras, desde el punto de vista de su diálogo con los astros... 

CV - Yo hablo mucho, sí, con la mitología y con la Chicalculicue, con la Cuatlicue...

DB - ¿Quiénes son?

CV - Volcanes, que los digo porque nadie los puede decir. Los gringos cuando llegan a México dicen: "Nosotros querer ir de excursión a..." y ahí se quedan, porque no lo saben decir. Y hay muchas cosas de esas, hay mucho que aprender todavía. No sé nada, pero me he dedicado mucho a las raíces de México, a la cultura indígena, que me enloquece. Tengo mucho acercamiento con ella, nos entendemos. Una noche dijeron en México que yo era la extranjera más mexicana del país.

DB - Curiosamente, los españoles, en los últimos años, la han vivado, la han celebrado, la han grabado, la han escuchado, se han enamorado de alguna manera de usted. Españoles que, cuando uno pisa México, se da cuenta de que no son tan queridos.

CV - Ya se está quitando, ya se ha abierto mucho. México ya es un pueblo de mucha cultura. Entonces no es ya ese odio ancestral de la conquista. Ya se habla más suave.

DB - Recuerdo cuando llegué a México por primera vez y un amigo me dijo: "Aquí los malos no son los gringos, son los españoles".

CV - No es cierto. A los gringos no los quiere nadie.

 OSCAR RAMOS:
Absolutamente falso. Es más: tenemos un refrán que dice "Pobrecito de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los gringos".

DB - Entonces hoy, en la vida cotidiana, es otra la relación con España. 

MG - Así es. Además, ese antecedente histórico está mal enfocado, lo tenemos que corregir. Nuestra cultura tiene mucho de español, pero en la escuela nos enseñaban a no querer a Cortés. En México es raro que haya un monumento a Hernán Cortés. En cambio en la Catedral de Lima, en la de Chile, a un lado están los monumentos a los conquistadores. Aquí mismo y en Buenos Aires también. Quizá sea otro el motivo histórico. Lo que quiero decir es que a los españoles no los odiamos, los sentimos como a cualquier gente del mundo, muy cercanos a nosotros. Los Estados Unidos son los que no nos gustan mucho como vecinos.

CV - Nunca.

DB - Volviendo a esa historia de comienzos difíciles, de la "Universidad de la Calle", y a la época de "cabaret y balazos", usted ha dicho que le han tocado los años más bellos, entre los 50 y los 70, años en los que conoció y compartió muchas cosas con Frida Kahlo, con Diego Rivera, con Guadalupe Amor, "gentes encantadoras y extraordinarias que se adelantaron a su época". 

CV - Frida era de otra época, completamente. Como cuando empezaron los hippies. Frida era un personaje raro, todo el mundo la veía rara. Era un talento y una gloria de México. Como pintora, la señora era mucho mejor que su marido. Mucho mejor pintora que Diego. Sin embargo tuvo la gentileza, como buena mujer que era, de cederle, de abrirse paso para que él surgiera. Se hizo un poco a un lado, siendo un poco una gloria de la pintura. 

DB - Usted compartió mucho tiempo y vivió unos años con ellos. 

CV - Viví con ellos en Coyoacán, en la casa que es museo ahora.

DB - ¿Vivió parte también de los sufrimientos de Frida, de su desdicha?

CV - Una mujer tan valiente, tan valiente... Por eso decía: "Pies ¿pa' qué los quiero, si tengo alas pa' volar?". Una mujer muy valiente y muy dicharachera. Cuando agarraba un dolor decía: "Bueh, hay dolores mas fuertes, dolores morales más fuertes que un dolor de piernas". Y usó el corsé ese toda la vida, que era espantoso. Una mujer muy fuerte que me enseñó a ser muy valiente.

DB - Y usted, que se ha declarado una mujer muy libre, libre de todo credo, religión y política -dijo alguna vez: "Yo soy Chavela Vargas y en ella creo"-, ¿discutía de política con ellos? 

CV - Nunca. Yo me moría de risa con Trotski y todos ellos. Me daba mucha risa oírlos hablar porque, total, nunca se llegó a una conclusión exacta de decir "sí, comunistas". Era mentira todo, una payasada. Trotski era un payaso también, viejo loco. Se vino a México y se volvió loco. Y luego la novia de Diego, las esposas, otras dos esposas rusas que trajo, gentes encantadoras, y Diego, con sus cosas, su manera de hablar que comía niños... Y eso impresionaba a la gente. El dijo: "Y bueno, yo a la hora de comer me como un niño". Era un animalito que se llamaba niño y la gente creía que se comía un niño todos los días. Era la fama de diego de que comía niños chiquititos. Mentiras. 

Me contó que hizo un viaje con su abuelo, Maximiliano. Se embarcaron una vez en un barco de Maximiliano y se fueron, no se a dónde. Y se andaban ahogando. Al final de la historia le pregunté: "¿Es cierto o es inventado por usted?". Me miró muy serio y me dijo: "Ya no sé". De todo lo que contaba, la mitad era mentira. Pero era adorado, el Diego.

DB - Por allí también usted decía que se pudo sacar a la ranchera del cabaret y del ambiente de los balazos. Y estaba pensando en la historia del tango, que tuvo su tiempos de cabaret y de música "indecente", de alguna manera. ¿Pasó eso un poco con la ranchera en México? 

CV - No exactamente, no salió de las cantinas, sino que la ranchera vivía más fuera de la sociedad, digamos. No la oía la gente "bien", la oían los rancheros, se oía en el campo. Luego cambió de giro completamente. Yo me fui a España y llevé la canción de José Alberto Giménez, "Las Ciudades", al paraninfo de la Universidad de Alcalá, que es la más antigua de España, y la canción de José Alfredo subió al paraninfo de la Universidad y la glorificaron totalmente. Entonces la canción ranchera es muy elegante, es muy fina. Se canta de todas formas, para explicar todos los sentimientos del mexicano, para llorar y emborracharte. La misma cosa. Yo me emborrachaba y lloraba, me ponía a llorar con la canción mexicana. Y cuando se hablaba de balazos era otra reacción, ya más bravos todos. A matar. Y bueno: cuando uno está con una copa en el pecho y una pistola en la mano, piensa diferente.

DB - Porque eso de tener una pistola en la mano en su vida no es una anécdota. Usted decía que de su papá lo que mejor aprendió fue a manejar un arma.

CV - Nos enseñó, desde chicos, a manejar armas. Primero chiqiuititas y después armas pesadas. Entonces no le tengo miedo a agarrar una pistola. A manejar una pistola aprendí primero que nada. La gente agarra una pistola con el cañón hacia ellos (se ríe), pa' desarmarla. Por eso se matan. Yo, con el cañón p'allá.


(SE EMITE CANCION "HERACLIO BERNAL")


DB - Y las historias de cómo llegaron las canciones a su vida, a su repertorio, son las más variadas. Mientras escuchaba el comienzo de esta canción... 

CV - La canción se iba a grabar, estaba programada. El acompañamiento no. Era de unos señores que estaban en otro estudio, que pertenecían a Odeón, la marca. Empezaron a acompañarme y salió acompañada sin querer, el corrido hablado. Y son esas cosas que suceden, que no se planean, que se hacen así. El México mágico. "Vamos a ver qué sale de esas canciones"... Y salió eso. Nunca volví a ver a los músicos ni supe cómo se llamaban. Y así la grabamos.

DB - "Quién supiera reír como llora Chavela", dice Joaquín Sabina. ¡Qué piropo!

CV - Divino.

DB - ¿Cuándo lo conoció?

CV - Hace ocho o 10 años. Desde que llegué a Madrid lo conocí. Yo iba mucho, antes, a Madrid, desde finales de los 50. Luego dejé de ir y, cuando regresé, conocí a Sabina, a Ana Belén, a Víctor Manuel, a Pedro Almodóvar, me hice amigo del alma. A Pedro lo quiero mucho, muchísimo. Somos como una continuación del otro en pensamiento, en amor a las cosas, en las mismas cosas que nos impresionan mucho, nos ponen nerviosos; nos soñamos con la vida, con las cosas maravillosas. El es un hombre muy hermoso, muy bello por dentro.

DB - ¿Cómo es esto de hacerse unos cuantos amigos nuevos más jóvenes, ya después de los 70 años? Amigos tardíos.

CV - No, nunca son tardíos. Tengo este par, parranderos, jóvenes, Manuel y Oscar, que andan aquí, yo no los volví a ver nunca hasta ahora, que están aquí en la radio. No los vi en el hotel, ni están nunca en ninguna parte. ¡Que le den vuelo a la hilacha! Y ahí andan parrandeando por todos lados. Me parece precioso.

DB - Usted parrandeó mucho.

CV - Muchísimo, así que no puedo decir: "Uy, ¡qué horror!". ¡Que se emborrachen y que parrandeen! En el escenario no, pero fuera, que hagan lo que les dé la gana.

DB - Joaquín Sabina dice, entre otras cosas en esta canción: "Las amarguras/ no son amargas/ cuando las canta/ Chavela Vargas/ y las escribe/ un tal José Alfredo". Es una buena definición suya.

CV - Preciosa frase. Joaquín siempre me escribe cosas, me deja recaditos, me escribe papeles, porque tiene esa virtud de tener una cantina en varias esquinas de Madrid.

DB - Hablando de gente joven que la quiere, en su país le han cantado otros músicos, como los Café Tacuba. Bajo el título de la canción -"Esa noche"- dice: "Con nuestra admiración, para Chavela Vargas". ¿Le gusta la canción que le escribieron estos niños, le gusta lo que hacen, los quiere?

CV - A la juventud hay que respetarla. Me gusta lo que hacen, a ellos les gusta, que es lo más importante, al público le gusta mucho. Estuvieron en mi casa a buscarme, muy al principio, hace como cinco años, fueron a conocerme y yo a ellos. Y platicamos de su música, de sus cosas, de sus sueños, y los entiendo mucho, les entiendo su manera de soñar y de pensar. Porque no hay mucho de donde agarrar. Usted ve para todos lados y ¿qué hay de nuevo? Nada, nada. Y cuesta mucho ahora trabajar, no hay inspiración. ¿Dónde tenemos un compositor? Yo me desespero. ¿Dónde agarro una canción? Estaba viendo una de Vicente Fernández, que grabó hace poco "Arráncame la ropa". ¡Yo no voy a cantar esa canción! Y aparece en el anuncio de la promoción del disco, desnudándose en escena. El se quita la chaquetilla y el charro, y ella se quita el vestido. Y eso son canciones que no voy a cantar. No las voy a cantar. Entonces, voy a tener que cantar... No sé, de atrás para delante o de adelante para atrás. No he podido, en algunos años, poner una canción nueva.

OR - Cuando retomó la carrera Chavela, después que se perdió y nadie sabía de ella, durante mucho tiempo, te podría decir que durante tres meses más o menos, todos los viernes iban los Café Tacuba a vernos. Y bueno, por eso es que no sorprendió mucho lo de la canción.

DB - ¿Ustedes que dicen de esta señora que conocen hace 10 años, aproximadamente? Quiero que me hablen de ella sin complejos, sin tapujos, como decimos nosotros.

MG - Yo diría que se vaya para hablar (risas).

CV - Que me vaya para poder hablar mal de mí.

MG - Realmente es muy emocionante acompañarla, porque ha habido ocasiones en que la emoción me llega tanto que me encuentro llorando. No lo supo ella, pero me pasó en Guanajuato. Tocamos en el Festival Cervantino, y en ese festival yo, la mitad del concierto, me la pasé con la lágrima en los ojos. Es que me emocionaban las canciones al acompañarla. Me posicionaba en ella, la sentía, como si fuera uno más del público. Y eso no lo logra cualquiera, no es fácil. Es una señora de mucha emoción al cantar, que dice de una forma las canciones, que es única. Es una forma muy especial de cantarla, no tiene ni la parafernalia técnica de los recursos que hay ahora, ni el mariachi, que es generalmente el prototipo con el que se supone que se debieran acompañar estas canciones. Y lo hace de la forma que para mí es la más bonita, la más íntima. Dos guitarras, su voz, una guitarra que para mí era el sello, la de un guitarrista mexicano con un sello especial, único, que no se ha podido copiar. Y con eso era suficiente para hacer las canciones que otra gente hacía con 28 mariachis, y no lograban el mismo efecto.

DB - ¿Es exigente con los guitarristas? Quiero decir, es una cantante muy disciplinada, que siempre canta de la misma manera las canciones, o al contrario y los obliga siempre a estar muy atentos porque puede venir un cambio y puede improvisar?

OR - Esto es muy sencillo. No cualquiera puede acompañar a Chavela, porque Chavela depende del estado de ánimo del momento para decir la canción. Ella siempre ha estudiado la canción, para saber qué es lo que va a decir con la canción. Eso es algo que muy pocos cantantes hacen. Por ejemplo, depende del estado de ánimo que está, qué es lo que va a decir, si se va a atrasar un compás para entrar o si va a entrar un poquito antes. Eso no es malo, pero uno siempre tiene que estar muy atento, porque, si no, como músico, se pierde y hace que ella se pierda. Entonces hay que estar atentos, muy, muy atentos.

DB - No han hablado tan mal, ¿eh?

CV - Para nada (risas). Estoy sorprendida. Es que no me fui.

MG - Otra cosa que creo es muy importante: muchas veces uno puede escuchar un disco de Chavela y puede gustarle o no, pero uno la ve y es otra cosa. Por regla, en vivo todos los artistas cambian y es más emotivo, pero con Chavela se multiplica por 10.

DB - Usted ha dicho, Chavela, con esto de la energía y el estado de ánimo de cada actuación, que evidentemente no es el mismo de una a la otra, según el lugar del mundo, el escenario en el que esté cantando, que se siente una elegida, pero que no sabe cómo explicarlo.

CV - Sí, sí. Como habitada. Por otro ser que no soy yo. Lo siento, lo palpo.

DB - "Yo me subo a un escenario y para mí es como hacer una ceremonia india", ha dicho.

CV - Es como celebrar un rito. Sobre todo con el jorongo puesto. Estar debajo de ese jorongo es una cosa sagrada. Y celebrar un rito de... Fue una catarsis, en Buenos Aires; todo el mundo lloraba, todo el mundo se acordó de lo que alguna vez había pasado en la vida, y fue catarsis general. Lloraba todo el mundo. Lo mismo en Córdoba. Vamos a ver ahora aquí, qué pasa.

DB - En 1997 sacó un disco donde se dio el lujo de cantar con Joaquín Sabina, con Ana Belén y con Armando Manzanero.

CV - A Armando Manzanero yo lo quiero mucho y lo admiro profundamente. Es de los pocos que quedan allá en México, fino. Muy fino. Compositor, un hombre culto en música, un hombre que sabe mucho y que además cobra mucho, no trabaja tan seguido porque pide millones por cualquier cosa.

DB - Todo lo contrario de usted.

CV - A veces digo una cifra y me oyen mal y me dan lo que les da la gana, porque me oyeron mal. Así no sirve esto.

DB - Porque a los 82 años usted dice que sigue cantando, sigue recorriendo el mundo, porque necesita dinero para vivir.

CV - Sí, claro. Si no, estaría en una hamaca, echada aquí, y aquí me quedaría. Pongo una hamaca en el hotel, que me permitan ponerla en las columnas del lobby, y allí me quedo.

DB - Porque se ha desprendido en su vida de todos sus bienes materiales, usted nunca le prestó atención a eso. Tenía casas en México, en España y en Costa Rica y las vendió, y también supo pasar hambre.

CV - Estoy muy entrenada para no comer. Si hay que comer, como. Y si no, bueno, una tortillita. Me acuerdo una vez que me comí, en todo el día, una tortillita con una lechuga. La cosa más rara del mundo. Muchas veces me quedé sin comer, pero no me importaba. La comida no tiene importancia cuando uno tiene ganas de llegar a donde tiene que llegar. Porque yo no pude, tuve que pasar hambre en México y estoy preparada para todo, para tener muchos millones, para no tenerlos. Lo único que sí peleo en la vida es mi salud. Mi salud la cuido mucho, ahora. Hasta eso. Me acordé que tenía que cuidarme. Me siento bien, estoy bien.

DB - La operaron del cerebro, no hace mucho.

CV - Yo pensé que me iba a quedar más loca que antes.

DB - Y la vemos muy bien. Le ofrecieron mucho dinero para contar su vida privada.

CV - Me choca. Dije que no. "No, que mire, que puede llegar a un millón de dólares". Yo nunca lo he visto y le dije: "Dibújemelo porque no sé cómo se escribe. ¿Cuántos ceros tiene? ¡Y dólares!". Pues no, prefiero que no. Porque hay gente de la que tengo que hablar y a la que no les gustaría. Y por pura cortesía y respeto mutuo aguantarían el paquete. Pero yo no puedo decir quién me quiso. Uno tiene que agradecer que lo quieran y no exhibirlo en una revista. No. Los amores son cosa privada. 

Yo pienso que los periodistas... No hablo mal del periodismo, lo respeto mucho. Aquí se han portado muy bien conmigo, en todas partes son muy caballeros conmigo, pero hay preguntas que no deben hacerse. Yo por ejemplo podría haberle preguntado anoche a la periodista: "¿Usted tiene un amante?". A ver qué le sale. Eso no se pregunta en público. Porque está muy pasado de moda, en primer lugar, muy sobado, ya suena vulgar.

DB - A usted le hicieron alguna pregunta estúpida e innecesaria anoche en Montevideo, que usted contestó con gran elegancia e inteligencia, además. Hablando de anoche, vamos a decirlo a la pasada porque no vamos a hablar de esto otra vez: se perdió 15 años en el alcohol, salió de los infiernos, ya es una mujer grande con 82 años a cuestas, ha conocido a los borrachos más grandes del mundo, estuvo en una cárcel donde cantó ante 500 asesinos, en México en el Reclusorio Sur. Y además dijo: "No hay que negar lo que se es o lo que se fue", hablando de su historia. Porque aquellos años del infierno, los primeros años del alcohol, los recuerda con simpatía. Hoy habla de ellos con total libertad, sin miedo, y hasta con sentido del humor.

CV - Sí. No voy a ponerme trágica. Todo el mundo hace una tragedia de su pasado. ¿Por qué? Si yo tengo un pasado, ¿por qué voy a avergonzarme? ¡Si lo hice! Puedo decir: "¡Ay, no! Yo nunca me tomé un jerecito". No: yo era borracha perdida. Perdida. Y tuve amores, y me quisieron, y quise y luego me dejaron y ya. Todo es igual en la vida. Del amor, no se por qué uno habla tanto, si todos los amores son iguales. Con diferentes palabras, a diferentes horas, en diferentes estados de ánimo, te dicen "te amo" y otro día les duele el hígado y te dicen "te odio" y te dejan tirado en una esquina. A mí me han pasado muchas cosas muy simpáticas.

DB - Todavía queda mucho por vivir. Usted no le tiene miedo a la muerte.

CV - No, para nada. Cuando quieras, aquí estoy. Me voy contigo. Si llega el momento de morirme ya, o mañana o pasado, después del concierto, para poder agraciarles la vida a las empresariotas que tenemos, yo me muero. Voy a esperar hasta el domingo. Por si acaso me voy con la Pelona, en caso que me la preste Oscar, porque ahora la traen ellos dos a la Pelona de la Muerte. Anda la muerte por las cantinas. ¿En qué quedamos, Pelona? ¿Me llevas o no me llevas? "Bueno, anda con ellos dos". La traen de pachanga.

DB - Y hablemos, antes de despedirnos, de dos uruguayos. Empecemos con Alfredo Zitarrosa. A Manuel, que lo conoció y lo acompañó en esa etapa en México, ¿qué le dejó?

MG - A mí me marcó. Yo en esa época estaba terminando mi carrera universitaria, no pensaba ser músico. El hecho de haber tocado con Alfredo me determinó por la música. Y de entonces para acá, ando con la música.

DB - Me dijeron ayer que usted sabe más de música uruguaya que nosotros. ¿Es cierto?

MG - No sé quién lo haya dicho, pero la influencia de Alfredo y la convivencia con muchos uruguayos, en los países que estuvimos con Alfredo, seguramente algo conozco de música uruguaya.

DB - Finalmente hablemos de Gardel. Usted lo conoció a Gardel, señora.

 CV- Lo conocí a Carlos Gardel, en la voz de los Estudios de RCA Víctor en Nueva York. Le dije: "Señor, ¿me permite que dé vuelta alrededor suyo para verlo de todos lados?". Y se murió de risa. Un hombre guapísimo, muy acicalado, muy bello. Ayer me estaba diciendo un señor que se había discutido que era uruguayo. El no era argentino. ¿O tienen una guerra también?

DB - No, aquí no hay guerra.

CV - No, aquí no hay nada, viven en una democracia. Yo quiero que vengan todos los países del mundo; los vamos a traer, los arreamos, en barcos, a pie, que vengan a ver la democracia.

DB - Gracias por acompañarnos esta mañana en Radio El Espectador. Mañana ustedes van a traernos la música, a recrear textos de Agustín Lara, de José Alfredo Giménez, también algunas cosas de Ecuador...

MG - Sobre todo va a ser un repertorio clásico de lo que ha cantado Chavela. Lo más representativo de ella. Sobre todo, dos canciones que son de ella.

DB - "Dos guitarras, una mujer y un corazón". Así han elegido presentarse ustedes en Montevideo. Muchas gracias y ha sido un honor que nos acompañaran en nuestros estudios.

CV - Ayer me dieron una placa de reconocimiento de visitante ilustre, la cual agradezco muchísimo, con todo mi corazón. Es un pueblo cariñoso y muy bello. Aquí estoy, pa' lo que gusten mandar. Como decía Pancho Villa: "Si hay guerra, yo estoy primero que nadie".

-------------