Chavela Vargas: Las jóvenes enseñanzas de una vieja sabia

Tiene 85 años y no piensa retirarse, como se dijo. Por el contrario, planea dar la vuelta al mundo en barco. Tiene más de 80 discos y mañana cantará gratis en el Luna Park

-¿Es verdad que se retira de los escenarios?

-Corazón, nunca he dicho que esta es mi despedida, no se dónde salió eso.

Las cadenciosas palabras de la cantante tranquilizan. Es difícil imaginarse un mundo sin la presencia de esta intérprete sobre los escenarios. Es que las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas, escribió una vez su amigo Sabina y tiene razón. Sus conciertos son la celebración de un rito ancestral, un despertar a otro estado de conciencia y una exploración por las emociones más profundas del corazón.

Hace poco estuvo en Bogotá, donde compartió escenario con otros artistas como el flamenco Diego El Cigala para hacer juntos "Amar y vivir". Ahora la pitonisa del canto desgarrado, declarada Huésped de Honor por el gobierno porteño, invitará esta noche de ronda en el Luna Park a León Gieco. El concierto, a pesar de todo lo publicado, no será una despedida. "Cuando sienta que ya no pueda cantar entonces me voy. Porque no quiero nunca causar lástima. Que digan: hay que aplaudirla por lo que fue en su tiempo. Quiero siempre estar vigente y que digan: qué bien canta, a pesar de la edad. Eso es bonito. Pero cuando me falle la voz, ya digo adiós. Por el momento, no", anuncia con la seguridad de quien se siente muy lejos del retiro, a pesar de sus 85 años y que le encanta disfrutar de la soledad, en su casa a orillas del mar en Veracruz.

La charla de Chavela Vargas con LA NACION, antes de su concierto gratuito de mañana, es una revelación de su mundo interior. El magnetismo que irradian sus palabras es el mismo que genera sobre el escenario, cuando logra parar el mundo por varios minutos. Cada frase que pronuncia la autora de temas como "La Macorina", "Volver, volver", "Noche de ronda" y "La llorona" encierra una serie de enseñanzas, aprendidas en la universidad de la vida, en sus noches de excesos y balaceras, en el misticismo indígena, en su vida compartida con el México creativamente explosivo y desgarrado de Frida Kahlo, Diego Rivera, Agustín Lara o José Alfredo Jiménez y en una filosofía de vida con sus propias reglas, esas que le permitieron reinventarse como artista una y otra vez.

-¿Cómo vive su carrera artística en este momento de su vida?

-Muy bien. Me siento bien con mi voz, muy bien de sentimiento, de sensaciones de muchas cosas; estoy muy acunada por los recuerdos, por las cosas hermosas que he vivido. No siento rencor por nada ni nadie; ni odios ni malos recuerdos. Estoy en un momento de paz espiritual profunda.

Chavela siente que está comenzando otro ciclo de su vida. Eso, confiesa, se lo debe a sus amigos indígenas de México. "Estoy con el chamanismo. Es algo muy importante para mí ser chamana. Se lo debo a mi raza. No es que ya me sienta una sacerdotisa del canto; me falta mucho para emplear mis manos en curar. Me falta mucho estudio, meditación. No es que porque me llamo Chavela Vargas me van a venir estas cosas. Sabes bien que desde la raza del indio no es así.

-¿Ese camino que está transitando renovó su vida?

-Este es un camino que no tiene fin. Yo lo estoy empezando. No termina; es infinito porque cuando uno está cerca del final, es un vuelta a empezar. Ese es el cosmos; esa es la vida. No es una tumba; no es que allí termine todo. No, señor.

-La última vez que charlamos, hace tres años, usted estaba como despidiéndose de la vida. ¿Cómo se encuentra ahora?

-La idea y la sensación de amigos que ya no estaban me provocaba mucho dolor, pero ahora comprendí que no murieron, sino que se fueron a otra dimensión. Yo pienso que don Juan (el célebre brujo mexicano que hizo conocido Carlos Castaneda), a quien conocí, no murió sino que se fue; está en otra dimensión. No sé dónde está, pero lo oigo. Muchas veces he sentido el golpe de su sombrero, que me lo tira, pero nunca lo digo porque van a decir que estoy loca.

-¿Siente que está renaciendo otra Chavela Vargas, así como en los 90 de la mano de Almodóvar apareció en los escenarios nuevamente?

-Cuando a mí me hicieron una operación grave en el cerebro hace unos años, no la sentí como una operación quirúrgica, sino como una curación del alma. Sentí como una transmutación y una renovación en mí. Pero estas cosas no las cuento porque van a pensar que fumé marihuana o algo raro. No lo entienden.

-A la hora de cantar, ¿qué piensan que le dieron los años?

-Es la misma Chavela para mí. Nada más que ahora siento una paz interior profunda y eso se proyecta en la voz. Ya digo las cosas con más sabiduría, con más pausas y con madurez, pero sin perder el brillo de la voz.

Severidad y ternura

La acentuación de Chavela queda flotando en el aire unos minutos y se abre un silencio de noche cerrada. Mira directamente a los ojos. Emana una luz y una vibración muy particular. Por momentos, puede tener la severidad de un maestro que revela el secreto mapa de su vida cuando confiesa que charla con el sol y con la luna. En otros, muestra la inquieta actitud de una adolescente aventurera: "Me invitaron a dar la vuelta al mundo en un barco y quizás me vaya". Al rato exhibe la ternura de una mujer que tiene debilidad por los jóvenes. "Me encanta platicar con ellos y que escuchen sobre lo que he vivido. Yo les digo: "Beban todo lo que quieran; fumen todo lo que quieran; tomen drogas si van a saber que es mortal y la puerta más falsa. Lo lindo es estar en su sano juicio. La euforia de la droga, como de la bebida, es pasajera"."

-Usted vivió una juventud de excesos. Después de haberlos pasado, ¿los viviría de nuevo?

-Fíjate que sí. Volvería otra vez a estar borracha, porque esto me ha servido y me ha dado una gran enseñanza. Todo te enseña la vida, pero hay que pagarlo a precio de tu sangre.

-Igualmente siempre tuvo sus propias reglas...

-Siempre le hice caso a Chavela. Por eso, en 1935 una mujer no se podía poner un pantalón de ninguna manera y yo me los puse. Ahora van al Vaticano de pantalones, pero a mí me crucificaron, me gritaban en la calle horrores. Me criticaban mucho cuando aparecí con el poncho, que era una ropa que usaban los indios. Pero después, en París, se paraban a aplaudir un zarape mexicano. Esa es la escuela que yo he creado, una escuela muy pura en arte, porque no tengo mistificaciones ni nada. Yo viajo con 20 kilos de equipaje y ahora los cantantes modernos llevan como 500 kilos. Sólo con mi voz y las guitarras estuve ante 7 mil personas, ¿Qué más se necesita? Yo no tengo miedo a nadie. Yo soy yo.

-¿Por qué decidió no cobrar este concierto en el Luna Park?

-No quería decirlo porque me parecía ser muy presumida. Pero yo no voy a cobrar un centavo, porque amo este pueblo. Yo quería dar un concierto para la gente que no puede pagar una entrada para verme. No me interesa que los ricos vayan a verme. ¿Por qué al pobre se le niega todo? Como decía Atahualpa Yupanqui: "Un día yo pregunté: "Abuelo, ¿dónde está Dios? Mi abuelo se puso serio y nada me respondió. Hay una cosa en la tierra más importante que Dios: es que nadie escupa sangre pa´ que otro viva mejor"". Es el himno de los pobres. Atahualpa era un sabio.

-¿Cuál es su credo, Chavela?

- A las mañanas me levanto y saludo al padre sol presente y la madre luna omnipresente. Creo en los dioses que veo. En todos los aspectos de la vida he sido feliz porque creo en tocar una piel, en tocar al otro porque existe. Las cosas que llaman "misterio" en la vida no son tal, sino que existen. La cuestión es que hay que verlas.

-¿Se imagina el momento del retiro?

- Voy a vivir muy en paz. No voy a vivir de los recuerdos, ni voy a pensar en mis noches de gloria. Voy a pensar en cómo estoy ahorita. Como dicen los griegos: la vida es aquí y ahora, aquí y ahora.